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sábado, 14 de mayo de 2011
RUFINA CAMBACERES: morir de amor o de catalepsia...
Del acervo de fascinantes historias, públicas y privadas, encantadoras o macabras, sugestivos relatos sobre el tradicional Cementerio de la Recoleta, en Buenos Aires, haré referencia a Rufina Cambaceres.
Esta joven , quien pasó por esta vida casi como en un suspiro, en una mixtura de amor , horror y tragedia. Pródigas y variadas son las versiones existentes sobre la vida y muerte de esta muchacha: se dice que murió de amor, también de catalepsia, otros aseguran que es la "dama de blanco", rondando en los corredores de la antigua necrópolis.... Veamos someramente la historia...
Eugenio Cambaceres, escritor bonaerense de la década del 1800 , intentó exponer ante los ojos de todos las hipocresías de la gazmoña alta sociedad de fines del siglo con sus ácidas obras, y por añadidura fue rechazado socialmente a causa de haber elegido para contraer matrimonio a Luisa Baccichi, quien había nacido en la ciudad italiana de Trieste habiendo arribado a una moralista Buenos Aires integrando uno de las tantos conjuntos de bailadoras inmigrantes, tan mal vistas por la sociedad de esa época.
Como único fruto de este matrimonio, nace Rufina, a quien desde la más tierna edad también persiguió la censura de la que fue víctima su madre, quien era apodada por la "gente bien" como "La Bachicha", en burlesca alusión a su apellido y origen.
Como añadido, quiso el destino llevarse de esta vida a su padre, Eugenio Cambaceres enfermo de tuberculosis, y así Luisa y Rufina quedaron solas, en un palacete sito en la calle Montes de Oca y una estancia, "El Quemado", como parte de su herencia.
La niña desarrolló un carácter contenido y solitario. Mientras que su madre, un par de años después de la muerte de Cambaceres , pasó a convertirse en "la querida" de Hipólito Irigoyen, el único presidente soltero que tuvo la Argentina y con quien tuvo luego un segundo hijo, Luis Herman, el cual solicitó autorización para usar el apellido Irigoyen (con "i" latina), anteponiéndolo a su apellido materno, lo que fue aceptado por la Justicia. Medio hermano de Rufina, quien en estos temas estaba ajena como era de costumbre en esa sociedad que preservaba a las jovencitas de "ciertos temas".
Un libro reciente la bautizó "La escondida, y es porque Luisa Bacichi estuvo en silencio junto a Yrigoyen desde la primera presidencia sin que esto tomase estado público oficial.
Para ese entonces Rufina ya había cumplido catorce años, era muy agraciada y cantidad de mozos rondaban la antigua casona de Montes de Oca, sin obtener no obstante sus favores. Ella sabía a quién amaba, con ese silencio que la caracterizaba.
Corría el año 1902, algunos hablan de 1903..., pero fue el día 31 de mayo en que Rufina cumplía sus diecinueve años, y Luisa había dispuesto una importante celebración para terminar luego la noche en el Teatro Colón disfrutando de una función lírica. Tales eran los planes. Sin embargo, el destino movió los hilos en un sentido diferente.
Según cuentan, ese día del cumpleaños diecinueve de Rufina, mientras ella se estaba acicalando para dirigirse al teatro, recibió de labios de su amiga íntima una revelación que desencadenaría los hechos subsiguientes. Esta le confesó un secreto que había mantenido bajo resguardo durante largo tiempo y sintió el momento de revelarlo. ¿Y de qué se trataba? Pues que el mismísimo novio de la niña mantenía relaciones con su bella madre, que eran amantes.
El impacto que le produjo esta confidencia ocasionó a Rufina tal lacerante dolor, que su corazón literalmente se destrozó y le provocó la muerte en el acto. Ese fue el momento en que Luisa oyó el aullido pavoroso de la mucama que halló a Rufina, corrió a su recámara y la halló tendida en el suelo, inmóvil, muerta. Uno de los médicos presentes diagnosticó un síncope. Tres médicos certificaron que Rufina había muerto.
Hipólito Yrigoyen se cuidó de acompañar a Luisa e inhumar sus restos en la Recoleta Sin embargo, esta funesta historia no había acabado aún; el espanto recién comenzaba.
Un par de días más tarde, el cuidador de la bóveda de los Cambaceres debió comunicar a Luisa que descubrió abierto y con la tapa quebrada el féretro de Rufina.
El cajón se había movido; y cuando lo abrieron, encontraron a la joven con el rostro y las manos arañados y amoratados.
Se cuenta que Rufina habría sido víctima de un ataque de catalepsia y despertó en la oscuridad del sepulcro para rendirse y volver a morir después de una desconsolada y estéril pelea.
Oficialmente se manifestó que se había tratado de un hurto, dado que la niña había sido enterrada con sus joyas más lucidas; no obstante, a Luisa le tocó vivir el resto de su vida remordida por el conocimiento y certidumbre de que su hija había padecido un ataque de catalepsia por lo que fue sepultada viva.
Una versión más retorcida y no comprobada, que aparece en un libro de Victoria Azurduy y avalaría la anécdota de "la amiga", dice que la madre de Rufina, Luisa, le proporcionaba un somnífero a su hija para poder encontrarse clandestinamente con su amante, que era verdaderamente el pretendiente de la hija. Parece que esa noche, la joven tomó una dosis más fuerte e ingresó en un coma profundo, del que despertó en la tumba.
Ese es el motivo por el cual en el monumento que recuerda a Rufina se la representa tratando de asir el picaporte de una puerta. Imagen dolorosa y trágica, como suelen ser tanto el amor como la intolerancia.
Mientras, la trágica escultura de Rufina Cambaceres impera eternamente entre las brumas y las luces mortecinas de la Recoleta, intentando tal vez inmortalizar a la joven hija del escritor Eugenio Cambaceres y su esposa Luisa, como padeciendo un castigo por la censura de la sociedad de su tiempo.
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