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domingo, 22 de mayo de 2011
UNA HISTORIA DE AMOR Y DESAMOR
Salvador María del Carril fue el vicepresidente del General Urquiza. Un hombre bastante duro tanto en las cuestiones políticas como en la vida conyugal. Por medio de una carta pública que mando a los diarios, comunicó a los acreedores de su mujer que no pensaba hacerse cargo de sus deudas. Su esposa decidió no volver a hablarle.
Durante veintiún años convivieron de esa manera. Cuando murió, ella construyó uno de los monumentos “más formidables” del predio. Del Carril está cómodamente sentado mirando hacia el sur y protegido por el baldaquino. Ellos fueron dueños de la estancia "La Porteña".
Cuando el Dr. del Carril muere en 1883, su viuda recibió su parte de la inmensa fortuna y a partir de allí deja de sufrir la miseria a la cual la tenia sometida su cónyuge. La casa colonial que del Carril había comprado a Cascallares, con su patio y el típico aljibe, rodeada por una verja fue destinada a los peones y muy cerca de ella levantó, Tiburcia, un espléndido palacete de estilo francés, realizado por el ingeniero Otamendi, lo inaugura en junio de 1895 cuando cumplió 89 años.
En esta casa, tuvieron lugar a fines del siglo pasado las fiestas mas distinguidas de la sociedad porteña. Los recibos en el día del cumpleaños de su dueña eran espectaculares. Llegaban los invitados en un tren especial y seguían en coche hasta La Porteña; viajaban también por su lado cocineros, vajillas, músicos, floristas. El interior fue adornado con espléndidos tapices, altos espejos que destacaban la escalinata y diversos rincones; los techos y paneles fueron decorados por artistas franceses.
Quince años después, como última voluntad, ella pidió que su busto fuera colocado de espaldas a él y en una posición más incómoda. Una muestra en mármol de como había sido la vida en común. El enojo fue tan grande, que ella solicitó que el día en que falleciera, su escultura se ubicara en la posición en que se encuentra, donde se los ve dándose la espalda porque seguiría enojada con él, aún después de la muerte. El rostro de la mujer, delata su fuerte carácter, tal como puede apreciarse en el Cementerio de Recoleta.
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